Mamá que trabaja: ¡valga la redundancia!
“conozco mamás que se quedan en casa y mamás que van a la oficina, pero no conozco a ninguna mamá que no trabaje”
¿Son suficientes las medidas actuales relacionadas con licencia de maternidad y protección laboral reforzada para garantizar la vinculación laboral permanente de las mujeres cuidadoras cuyos roles implican tanto el cuidado de sus hijos como la producción económica del hogar?
En Colombia la licencia de maternidad en condiciones regulares abarca 18 semanas y la estabilidad laboral reforzada hasta cumplir los 6 meses de lactancia, a partir de la ley 2306 de 2023, “se amplía el término del periodo de lactancia generando la obligación para los empleadores de conceder un único descanso remunerado para la lactancia de 30 minutos diarios más allá de los 6 meses de vida y hasta que el menor cumpla los 2 años de edad, siempre y cuando la madre trabajadora mantenga y manifieste una adecuada lactancia materna continua”.
Frente a esos aspectos de ley, se abren diversos interrogantes que invitan a una reflexión íntima y genuina sobre lo que las madres enfrentan a la hora de cuidar de sus hijos pero también seguir aportando a la frágil y necesitada economía familiar ¿son suficientes estas medidas para garantizar el cuidado de los hijos y la vinculación laboral de las mujeres?, ¿ser madre es un motivo de discriminación laboral?, ¿tiene la misma probabilidad una mujer en edad reproductiva que un hombre en edad reproductiva de ser vinculado laboralmente?, ¿tiene alguna posibilidad una mujer en embarazo en ser contratada para un cargo laboral?. Ni son suficientes estas medidas para evitar la discriminación laboral, ni para garantizar la equidad en las labores domésticas y actividades remuneradas.
Ante el debate sobre lo laboral se asienta el debate de lo cotidiano, escenario que requiere ser cuestionado; ¿asumen las mujeres las mismas cargas que los hombres en la crianza de los hijos e hijas? ¿hay disparidad en el tiempo de dedicación a la labor materna y paterna? ¿sigue siendo la crianza una responsabilidad que recae sobre la mujer en virtud de la biología, sin reconocer los cambios sociales y culturales que derivan de las luchas femeninas y del reconocimiento de la igualdad de los derechos humanos? ¿tiene una mujer madre, criadora, las condiciones adecuadas para ejercer laboralmente su oficio en condiciones adecuadas y dignas?, seguramente las respuestas a estas preguntas nos cocolón en una atmosfera que invita a la reflexión, al debate, al cambio, a la invitación incesante de trasformar.
Si las licencias de paternidad orientadas a garantizar el cuidado de los hijos como una responsabilidad y deber compartido entre madres y padres, independiente de las cargas biológicas que recaen sobre lo fémina, se basaran en la crianza compartida, los padres deberían tener tiempos similares en la licencia de maternidad, de tal forma que muchos empleadores no se inclinaran a garantizar trabajos masculinos sobre los trabajos femeninos, siendo más equiparable el costo para el empleador y para el sistema de seguridad social, el de padres y madres. ¿Se han pensado los padres la posibilidad de compartir con sus hijos 18 semanas remuneradas?
Los efectos que tienen las medidas de licencia y protección laboral reforzada no son solo sobre la garantía del derecho al trabajo, sino y sobre todo sobre el bienestar integral de los niños y niñas nacientes, disminuyendo la probabilidad de riesgos y vulnerabilidades infantiles. Es en todo sentido invertir en capital humano y social, en niños y en niñas con bases afectivas más solidas y seguras, con padres y madres presentes, cuyas labores profesionales u ocupaciones no sean una brecha que separa sino una razón para un mejor cuidado y crianza integral.
Superar los obstáculos para consolidar una sociedad de lactantes, madres y padres cuidadores, familias con vínculos más seguros, es también superar los juicos de valor que se hacen desde las otras orillas, desde lugares que desconocen las necesidades maternas y las de los propios gestantes e infantes. Implica propiciar una sociedad empática y amorosa que reconozca la crianza humanizada, como un derecho, un deber y un principio básico para el desarrollo posterior de sus ciudadanos.
Mientras se siga pensando que las madres “son flojas”, “sacan excusa”, “no quieren trabajar” “solo sirven para criar”, “quieren todo fácil”, “no sirven para nada” “no trabaja porque no quiere” “podría hacer algo desde su casa”; no se superarán los obstáculos que enfrentamos las mujeres madres en el ámbito laboral y ocupacional. El camino a transitar implica mayor compromiso del estado, de las empresas, de los empleadores, reconociendo la crianza y el vinculo amoroso como el mejor antídoto contra la destrucción humana. Soñamos con una ciudad de lactantes, con espacios para amamantar, con niños y niñas seguras, soñamos con empresas que faciliten la labor materna, el cuidado de los hijos y el trabajo digno y remunerado según las competencias y la preparación de cada mujer y de cada hombre. Soñamos con una sociedad que apoye, que abrecé, que contribuya haciendo lo propio al desarrollo y la construcción de la felicidad de cada ser humano sobre la tierra.